La Papamanía se ha instalado en la Argentina, y como todo país desesperado por el triunfalismo, el Papa Argentino, el mejor jugador Messi, y no sé cuantos más, hasta los ateos tienen prudencia en hablar mal del papa.

El asunto es que si es Argentino y tiene miles de adeptos, sería como si todos los argentinos hubiéramos adquirido una sede en el cielo.

Pero dejando fuera la irrealidad argentinista, el “asunto” del Vaticano, con la jefatura ahora de Francisco es más que cuestionable.

Mientras el Papa da lecciones de Iglesia pobre, para oídos ingenuos, en la realidad el Vaticano es propietario de una de las fortunas más grande del planeta.

El Banco Vaticano cuenta con más de cien empleados con fondos disponibles en valores superiores a los cinco mil millones de Euros. Disponibles, dije.

Son cuentas de entidades de la Iglesia. Si el Papa habla de una iglesia pobre, en principio, lo que habría que hacer es revisar esas cuentas y preguntarse por qué lleva una investidura papal que debe costar una fortuna, por qué no abre las arcas del Vaticano para apaliar el hambre del mundo, por qué hay hambre mientras hay una fortuna impresionante en el propio Vaticano.

Todo esto comprendiendo que el Vaticano son muchas personas, no sólo es el Papa, pero el problema son los discursos.

Esto me recuerda a la escena de Cavallo, el ministro de economía llorando por los jubilados.

Dejando de lado lo que el Papa representa es igual de irónico.

Y eso, sin tener en cuenta los ingentes esfuerzos por borrar el pasado del Papa, que aparece sonriendo en fotografías con dictadores como Videla, y cuyo apoyo, era bien conocido, por más que ahora lo quieran disfrazar de apoyo a los desaparecidos.

Está claro por qué el Papa Francisco está en ese puesto: los discursos exóticos, hablando de lo que ningún papa habló antes: pobreza, y la lejanía del estado Vaticano, el hecho de que sea Argentino, con tanta historia de descendientes italianos, pero allá, lejos, en el otro lado del mundo, establece las condiciones necesarias para tapar los verdaderos escándalos del Vaticano.

Sin dejar de lado los asuntos de pedofilia, deuda eterna de la iglesia encubridora con la sociedad, los escándalos de malversaciones.

No olvidemos que el banco Vaticano fue el principal agente en el escándalo del Banco Ambrosiano, en 1982, pero cuyas secuelas aún a más de 20 años continúan, cuando se descubrió que la mafia lavaba dinero en complicidad con los dirigentes del banco.

Siempre se dice que las instituciones no son las personas, y que las unas deben salvarse de las otras, como si fuera una excusa, pero en la realidad, los mismos personajes circulan por unas y otras instituciones, siempre con la larga mano del Vaticano dirigiendo las operaciones.

Mientras, ninguno de los implicados va preso, sencillamente usan un sistema de sustituciones.

En este momento se movió del puesto al Director General del Banco Vaticano, Paolo Cipriani y al cómplice, el Vice, Massimo Tulli. Una simple renuncia tapó la razón, ambos investigados por la fiscalía de Roma en relación a los más de 20 millones de euros confiscados en 2010, por haber violado medidas de antilavado.

La separación de los cargos de ambos personajes a tanta distancia del hecho diluye las razones y pasan desapercibidas.

La semana pasada, Nunzio Scarano, miembro de la institución encargada de la Administración del Patrimonio del Vaticano, resultó que realizaba sus propios negocios, aprovechando la investidura y puesto, sufre arresto domiciliario y un silencio de fondo.

Este señor, repatrió más de veinte millones de Euros de Suiza, mediante fraude de un banco italiano, además de quedarse con propiedades inmobiliarias, y otros negocios.

En contacto con las causas de Tullo y Cipriani, dirigido el Banco por monseñor Paul Marcinkus, de quien poco se sabe qué pasó.

La prensa del Vaticano, se ocupa de publicitar, más que de informar, que las comisiones de investigación son promovidas por el nuevo Papa, como método para lavar, no dinero, sino el pasado oscuro del Papa, y aumentar la leyenda que se está construyendo a su alrededor.

En el juego de sustituciones, ningún sacerdote acusado por pedofilia o malversación de fondos está preso o tan siquiera cuestionado, sencillamente es removido de puesto y rol, pero con un nuevo puesto en el cual ya encontrarán la forma de seguir con sus actividades.

La llegada de Francisco, no es más que otro juego de sustituciones, se movió a Benedicto para tapar los asuntos de pedofilia.

La papamanía nos tapa la realidad, para cuando abramos los ojos y se acabe el hechizo, será sustituido por otro icono, otra apuesta de la iglesia para seguir siendo la institución más poderosa e impune que se conoce en la historia de los delitos.